sábado, 3 de noviembre de 2012

Entre mi pieza y la existencia

Que triste debacle y un patético darme vueltas en no encontrar el final, como hace años lo dije, prefiero permanecer aquí “recluido en mi pieza, no puedo escapar, pero me agrada estar aquí y me asfixia a la vez”.
            Y, ¿Qué hay en mi pieza? Una guitarra, la cual ahonda las yagas del dolor y saca a relucir el poco goce por el amor al prójimo que en mi pueda habitar, un televisor adiestrado a reproducir canciones clásicas (que se pierden ante el carácter clásico que cada día adopta con mas fuerza himnos como wachiturros, reggetones o locas canciones orientales), y me hace recordar latentes los inmortales de los que me habló Haller: Mozart, Beethoven, Haendel, Chopin y Vivaldi (entre muchos!), además entrega un ritmo de otro siglo a mis lecturas y apasiona mi estudio de Hesse y el Lobo Estepario. Por último y exceptuando camas, escritorios, sillas y cigarrillos, habitan un puñado de libros, quiero más (lo admito) a aquellos que me provocan conocidos pero no menos raros síndromes, como La Nausea sartreana, el suicidio mímico de Werther o la neurosis post-guerra, el Werther tan contingente y trascendente porque el amor, en esencia, no ha cambiado (a mi juicio). Estos se miden constantemente en batalla con el amor y odio que me representa a veces magistrales escritos (no menos tediosos) de los padres de la filosofía como uno que otro griego, pasando por Diógenes y Antístenes, Lucrecio, Sexto Empírico; hasta otras nuevas críticas de la razón pura e instrumentales a la postre, sin exceptuar el Anticristo, algo de Schopenhauer y, no hablar de Hegel!
            Pero no pretendía hablar de libros, pretendía hacer una apología hoy de este asco que siento, siempre llego a lo mismo, nunca puedo traducir el sudor, el frio y el dolor, el ese tenue tiritar en palabras, ¿Quizá no existan palabras para describirlos?
            Ahora el tiritón decreció en mi mano, creo que adopta un carácter falas dar palabras a este sentir, tal ves esta guitarra, esta voz y esos besos que nunca osarás en sentir te pueden explicar y hasta hacer vivir un poquito de este dolor que en cada momento me parece mas placentero.
            Súbitamente terminaré estas palabras, una espada inició el recorrido hacia mi indeseable garganta.


Ente imperecedero

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